Revolución del capital privado: una inversión ‘solo para ricos’ que llama a la puerta de los particulares

Un año y medio después del cambio regulatorio que allana el camino para invertir en ‘private equity’ son muchos los minoristas que siguen sin conocer esta alternativa para sus carteras

Acciones para sacar partido del crecimiento de la economía y algo de bonos para añadir diversificación y limitar volatilidad. Durante décadas, los inversores particulares han tenido poco que pensar a la hora de confeccionar sus carteras de inversión, que han tendido a girar en torno a estos dos grandes activos (en distintos porcentajes), ocasionalmente, acompañados de algún producto alternativo –como podrían ser las materias primas– con un papel limitado.

Pero, en los últimos años, han sido muchas las opciones que han venido a alterar este equilibrio desde fuera de los mercados tradicionales. Un buen ejemplo lo ha supuesto el auge de las criptomonedas, que ha sido capaz de atraer un significativo grado de atención entre un amplio número de inversores, especialmente de las generaciones más jóvenes, que han visto en ellas, pese a todas las incertidumbres que aún las rodean, una de las vías más prometedoras para obtener rentabilidades rápidas y sugerentes.

Mucho menos disruptivo se presenta, a priori, el mundo del capital privado (también conocido como capital riesgo o private equity). Y, sin embargo, su potencial para revolucionar el modo en que los particulares gestionan sus inversiones resulta mucho más obvio. Al fin y al cabo, se trata de una realidad con décadas de desarrollo a sus espaldas y que se ha ido haciendo, paulatinamente, con un hueco cada vez más relevante en el universo financiero internacional.

Algo que ha logrado, además, cosechando, a menudo, unos resultados muy superiores a los de los activos tradicionales. Según estudios citados por la gestora de Goldman Sachs, el capital privado ofreció durante los últimos 20 años unas tasas de retorno anualizado del 15%, un 50% por encima de los rendimientos del índice bursátil S&P 500 en el mismo periodo.

El problema es que durante mucho tiempo ha sido una opción inaccesible para el inversor particular. «La inversión en capital privado no ha sido una opción para la mayoría de los inversores hasta ahora. Sin embargo, es una estrategia que ha batido consistentemente a la renta variable y ha mostrado una mejor relación entre la rentabilidad y el riesgo«, apunta Ramiro Iglesias, CEO de la gestora Crescenta, una de las firmas pioneras en la comercialización de productos de capital privado entre particulares en España.

La Ley Crea y Crece, en vigor desde octubre de 2022, vino a combatir la restricción en el acceso a estas inversiones, al rebajar el mínimo a partir del que un particular puede entrar en capital privado hasta los 10.000 euros, frente a los 100.000 que se exigían previamente. De este modo, un número más amplio de inversores podría tener acceso a este universo de activos, hasta ahora coto exclusivo de los patrimonios más grandes.

Tres grandes ventajas

Grosso modo, el capital privado es la puerta de entrada a la inversión en empresas que no forman parte de los mercados bursátiles, una situación en la que se encuentran un gran número de compañías, desde las españolas Mercadona, El Corte Inglés o Cabify a los gigantes internacionales Shein, Vitol, Aldi o Huawei. “Hay que tener en cuenta que más del 95% de las empresas no cotizan, por lo que si no accedes a los mercados privados realmente te estás perdiendo gran parte de las oportunidades de inversión. Si a esto le sumas la tendencia generalizada de que cada vez las empresas salen más tarde a bolsa, vuelves a quedarte fuera de las fases en las que más crecimiento experimentan”, observa Iglesias.

Diversificación, menor volatilidad y, a priori, mayor potencial de beneficios son la terna de características que los expertos enuncian al unísono a la hora de citar los atractivos de incluir capital privado en las carteras de inversión. Una realidad que, no obstante, también tiene su contrapartida en forma de inconvenientes. Y, entre estos, uno destaca por encima de todos: la iliquidez.

«Al invertir en capital privado, lo primero que tienes que tener en cuenta es que no son productos líquidos. Se trata de proyectos a largo plazo, en los que, en algunos casos, en cinco años puedes tener liquidez, pero que en otras ocasiones puede ser hasta en 15 años, con una media de entre ocho y diez años de iliquidez», explica Ignasi Viladesau, director de inversiones de MyInvestor, otra de las firmas que han aprovechado el cambio legislativo de 2022 para ofrecer a los inversores productos de capital privado a partir de 10.000 euros.

Entre las reglas básicas que debe seguir cualquier persona a la hora de adentrarse en el mundo de la inversión destacan la conveniencia de entender el producto en el que se está invirtiendo y de hacerlo con un dinero que no vaya a necesitar en el corto plazo, para evitar desinversiones forzosas en momentos inapropiados. Estas normas rigen aún con más fuerza en lo que se refiere al capital privado, dados los plazos tan largos que conlleva.

Aunque con frecuencia el inversor recupera su dinero, a través de las distribuciones anuales, en un periodo inferior al del vencimiento del fondo (a partir de ahí todo lo que reciba supondrán ganancias), la posibilidad de estar una década o más sin poder recuperar el dinero depositado representa el obstáculo más obvio para el interés de los inversores en el capital privado. Sin embargo, los expertos advierten de que esta iliquidez del capital privado no tiene por qué ser vista necesariamente como un punto negativo para el inversor.

«La iliquidez puede verse también como una ventaja, ya que evita los errores humanos de vender antes de tiempo, deshacer posiciones en momentos de pánico o comprar caro en plena euforia de mercado. Es decir, la liquidez y valoración diaria hacen también cometer muchos errores que pueden evitarse si se invierte en un vehículo diseñado para mantenerse durante el largo plazo», explican el vicepresidente ejecutivo de MyInvestor y consejero delegado de Andbank, Carlos Aso, y la responsable de comunicación y contenidos del neobanco, Ana Antón, en el libro ‘Invertir de forma inteligente nunca fue tan fácil’.

Fuente: elconfidencial.com

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